“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”
Mi Camino de Santiago, el Francés, supuso el cumplimiento de una promesa profesional demasiado seria para no llevarla a cabo y, ahora, doy gracias al Universo porque ser peregrino me regaló momentos maravillosos sobre todo cuando decidí que el segundo y el último tramo lo haría sola, por mi cuenta.
Aparte de la riqueza paisajística, cultural y espiritual que disfruté al máximo, el Camino supuso cambios en mi vida. Me aficioné al senderismo y le pillé el gustillo a viajar sola porque era una forma de obligarme a abrirme a los demás. Conocí gente encantadora de aquí y de todas partes del mundo. El último tramo del Camino (León-Santiago) estuve sólo con peregrinos extranjeros. Practiqué sobretodo el inglés y nunca hubiese pensado que estando en España pudiera sentirme como “la extranjera”…fue muy divertido! Creo que entendí que la esencia principal del Camino de Santiago es compartir y dar, y así recibir. También me convirtió en una mujer físicamente más fuerte y me planteó nuevos retos en forma de Caminos como fue marcharme al Camino Inca, a Machu Picchu (Perú), al poco de llegar a Santiago de Compostela.
El espíritu del Camino une almas y las convierte en familia peregrina de por vida porque con ellas descubres un Amor de grandes dimensiones que penetra muy hondo y la conexión puede ser continua si uno quiere. No tengo un sitio favorito en el Camino francés porque hay que abrazarlo todo, cada paso, cada kilómetro es un reflejo de tu vida, de lo bueno y de lo malo, resumido en casi 800 km. El Camino es aventura, reto, aprendizaje, espiritualidad, esfuerzo…pero sobretodo es Amor a uno mismo y al prójimo.
Mi Camino francés fue único y sé que no lo volveré a repetir. Hay más caminos a recorrer que llevan a Santiago o a otras partes mágicas del mundo. Pero lo que sí que tengo claro es que, al menos una vez en esta vida, hay que hacer el Camino de Santiago. No te lo pierdas y Buen Camino !!!